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La Historia de cómo Salman el Persa ingresó al Islam (Allah esté complacido con él)

Pregunta: 88651

Qué tan auténtico es un hadiz acerca de cómo un cristiano, cuando hubo abrazado el Islam, le contó al Profeta (La Paz y las bendiciones de Allah sean con él) la historia de cómo llegó hasta él. Salman le contó que se reunió con algunos monjes, cada uno de los cuáles le aconsejó recurrir a otro, y el último de ellos fue un hombre sumamente recto quien salía una vez al año a curar a la gente, y cuando se encontró con él le aconsejó viajar a La Meca, dándole una descripción del Mensajero de Allah (que la Paz y las bendiciones de Allah sean con él). ¿Entonces el Profeta le dijo: “Tu has hablado con la verdad, él fue el Mesías Jesús”?

Alabado sea Dios, y paz y bendiciones sobre el Mensajero de Dios y su familia.

Alabado sea Allah.

El hadiz al que haces
referencia es un Hadiz extenso que cuenta la historia de cómo el gran
sahabah Salman el Persa (Allah esté complacido con él) llegó al Islam. Él
fue primero zoroastriano, luego se convirtió al cristianismo, y por último
al Islam. Luego de haber aprendido en compañía de varios monjes cristianos,
el último de ellos fue un hombre sumamente recto, quien le transmitió su
conocimiento sobre la venida del último Profeta. El monje aconsejó a Salman
ir entonces a Arabia, donde tal profeta debería aparecer, y le dio detalles
sobre la ciudad que sería conocida un día como la Ciudad del Profeta,
Medina. 

Pero no hay nada en dicho Hadiz
que sugiera que el Profeta (Paz y bendiciones de Allah sobre él) haya dicho
a Salman que aquél monje fuese Jesús (la Paz sea con él). Más bien, Jesús
(la Paz sea con él) está en el cielo; Allah lo elevó a los cielos y
descenderá luego de un tiempo determinado, en que lo enviará de vuelta a la
tierra a liderar a los musulmanes en el Fin de los Tiempos. 

La historia de cómo Salman el
Persa entró al Islam es una gran historia, llena de lecciones y buenas
exhortaciones. Aquí te ofrecemos el Hadiz completo, para que pueda leerlo y
beneficiarsee de él. 

Fue narrado que Abdal-láh ibn
Abbás dijo: Salman el persa me contó su historia, la oí de sus propios
labios. El dijo: 

“Yo era un hombre persa de
entre la gente de Isfahán, de una villa llamada Jai. Mi padre fue uno de los
jefes de esa villa, y yo era para él, el ser más amado de la creación. Él me
amaba tanto que me mantuvo en su casa cerca del Fuego Sagrado, como se cuida
a las niñas. Yo me esforcé mucho en el camino de la Religión de los Magos,
hasta que me convertí en un Custodio del Fuego, el cuál yo debía vigilar y
no dejar apagarse ni por un momento, lo cual hice. Mi padre tenía un jardín
inmenso, y él estaba ocupado un día con un trabajo de construcción, cuando
dijo: “Hijo, yo estoy muy ocupado hoy con este trabajo, así que ve a vigilar
mi jardín, por favor”, y me mencionó algunas de las cosas que quería que
hiciese allí. Yo salí, dirigiéndome hacia el jardín, y pasé por una de las
iglesias cristianas, donde pude oír sus voces mientras estaban rezando. Yo
no sabía nada acerca de la gente, porque mi padre me había mantenido dentro
de la casa. Cuando pasé por ahí y escuché sus voces, entré a ver qué estaban
haciendo. Quedé muy impresionado con sus rezos, y me sentí atraído hacia su
camino. Yo pensé: “Por Allah, esto es mejor que la religión que nosotros
seguimos. No voy a dejar a esta gente hasta que el sol se ponga”, y me
olvidé del jardín de mi padre y no fui a donde me encargó. Le pregunté a
esta gente: ¿Dónde se originó esta religión? Ellos me respondieron: “En
Siria”. Entonces volví con mi padre, quien estuvo enviando gente en mi
búsqueda, lo que lo distrajo de su trabajo. Cuando volví con él, me
preguntó: “Oh, hijo, ¿dónde estabas? ¿No te mandé al jardín con un encargo?
Yo respondí: “Oh, padre, encontré en mi camino a una gente que estaba
rezando en una iglesia, y quedé impresionado con lo que vi de su religión.
Por Allah, que me quedé con ellos hasta que se puso el sol”. A lo que él me
respondió: “Oh, hijo mío, no hay nada bueno en esa religión. Tu religión y
la religión de tus antepasados es mejor que ella.” Yo dije: “No, por Allah,
esto es mejor que nuestra religión”. Él temió por mí, y puso grilletes en
mis pies y me mantuvo cautivo en su casa. Pero yo envié un mensaje a los
cristianos diciendo: “Si algún comerciante cristiano viene aquí desde Siria,
avísenme”. A lo que me respondieron: “Nos han dicho que algunos comerciantes
cristianos han venido”. Entonces yo les dije: “Cuando ellos hayan terminado
sus asuntos y estén listos para volverse a su país, avísenme”. Y así lo
hicieron, y cuando fui informado de que estaban por regresar a Siria, me
deshice de mis grilletes y me escapé con ellos hacia Siria.  

Cuando llegué a Siria pregunté:
“¿Quién es el funcionario más importante de esta religión? Ellos dijeron:
“El obispo de la iglesia”. Así que fui con él y le dije: “Yo deseo seguir
esta religión, y me gustaría quedarme contigo y servir en tu iglesia, para
aprender y rezar contigo. A lo que me respondió: “Entra”. Así que me quedé
con él. Pero él no fue un buen hombre. Ordenaba y exhortaba a sus fieles a
dar en caridad, pero él conservaba una gran porción para sí y no lo
entregaba a los pobres. Acumuló siete cofres de oro y plata. Yo lo odiaba
profundamente, hasta que murió y los cristianos reunieron lo necesario para
enterrarlo. Yo les dije: “Este fue un mal hombre, les ordenó dar en caridad,
pero cuando ustedes le traían, él lo guardaba y no lo entregaba a los
pobres”. Ellos preguntaron: “¿Cómo sabes eso? Muéstranos dónde está lo que
acumuló”. Entonces yo les mostré dónde estaban los siete cofres llenos con
oro y plata. Cuando ellos vieron eso, exclamaron: “¡Por Allah! ¡Nunca lo
enterraremos!” Entonces ellos lo crucificaron y lo apedrearon. Luego
trajeron a otro hombre, al que asignaron su lugar”. 

Salman dijo de éste: “Yo nunca
vi un hombre que no ofreciera las cinco oraciones diarias, que fuera mejor
que él; él se apartó de este mundo y buscó el Más Allá, y nadie se esforzó
tan arduamente como él día y noche. Yo lo amé como no he querido a nadie
antes, y me quedé con él por un tiempo. Entonces cuando él estuvo cerca de
morir, le dije: “he estado contigo y te he amado como nunca he amado a nadie
antes, y ahora el decreto de Allah ha venido a ti, como tu ves; ¿Con quién
me recomiendas ir? ¿Qué desearías que yo hiciese?” Él me dijo: “Oh, hijo
mío, por Allah, yo no conozco nadie actualmente que siga el camino que yo he
seguido. La gente está condenada; han cambiado o abandonado muchas de las
tradiciones que solían seguir, excepto por un hombre en Mosul. Así es; él
sigue el camino que yo he seguido, así que ve y únete a él”. Cuando murió y
fue enterrado, me marché a reunirme con él en Mosul, y le dije: “Me fue
aconsejado por un monje moribundo venir contigo, él me dijo que tu seguías
su tradición”. A lo que me respondió: “Quédate conmigo”. Así, encontré en él
a un buen hombre, que se comportaba piadosamente como su compañero. Pero
pronto él murió, y nuevamente pregunté: “Así que fui aconsejado de venir
contigo y unirme a ti, pero ahora ha venido a ti el decreto de Allah, como
tu ves. ¿Con quién me aconsejas ir? Y el me dijo: “Hijo mío, por Allah, yo
no conozco nadie que siga este camino excepto un hombre en Nasayyibin. Ve
con él”. Entonces cuando hubo muerto y fue enterrado, partí a encontrarme
con el hombre en Nasayyibin. Llegué a él y le conté mi historia, y lo que mi
compañero me había dicho. Me dijo: “Quédate conmigo”. Así lo hice, y
encontré en él un seguidor del mismo camino que sus dos compañeros
siguieron, y estuve con un buen hombre. Pero ¡Por Allah! Pronto la muerte
estuvo sobre él, y cuando estuvo moribundo, le dije: “Fuí aconsejado de ir
con un monje; luego él me aconsejó venir contigo. ¿Con quién me aconsejas tu
que vaya, que desearías que hiciese? Él me respondió: “Por Allah, hijo mío,
que no conocemos que quede nadie que siga nuestro camino y a quien enviarte,
excepto un hombre en Amuríyah. Él sigue en algunas cosas el camino que
nosotros seguimos. Si tu deseas, ve con él, porque él sigue nuestra senda”.
Cuando falleció y fue enterrado, me dirigí a Amuríyah y le conté mi
historia. Él me dijo: “Quédate conmigo”. Así, me quedé con él, un hombre que
siguió la misma senda que sus compañeros. Yo adquirí riquezas hasta que tuve
vacas y una oveja. Entonces el decreto divino le llegó. Cuando él estaba
muriendo, le dije: “Yo fui aconsejado de ir con alguien, quien me aconsejó
ir con otro; entonces éste me dijo que recurriera a otro hombre, y éste me
aconsejó venir contigo. ¿Con quién me aconsejas tú que vaya, que desearías
que hiciese? Él me dijo: “Hijo mío, por Allah, yo no conozco de alguien más
que siga nuestro camino para aconsejarte ir con él. Pero llega el tiempo en
que un profeta vendrá, quien será enviado con la religión de Abraham. Él
aparecerá en la tierra de los árabes y emigrará a una tierra entre dos
“harrahs” (formaciones de rocas volcánicas negras), entre el cual hay
palmeras. Él tendrá características que no podrán ser ocultadas. Comerá de
lo que le es dado como obsequio, pero no comerá de lo que le es entregado
como caridad. Entre sus hombros tendrá el sello de la profecía. Si puedes ve
a aquella tierra”. Cuando él murió y fue enterrado, me quedé en Amuríyah
tanto como fue la voluntad de Allah que yo estuviera, entonces unos
mercaderes de Kalb pasaron por ahí y les dije: “¿Me llevarían a la tierra de
los árabes, y a cambio les daré estas vacas y esta oveja que tengo? Ellos
dijeron: “Sí”. Y así, les di mis vacas y mi oveja, y ellos me llevaron de
allí, pero cuando me trajeron a Wadi al-Qura me engañaron y me vendieron
como esclavo a un judío. Cuando fui con él y vi las palmeras, tuve la
esperanza de que esta fuese la tierra que mi compañero me describió, pero no
estaba seguro. Mientras estuve con él, un primo suyo de los Banu Quraiydah
vino a visitarlo desde Medina y fui vendido a él, y entonces fui llevado a
Medina. Por Allah, tan pronto como la vi, la reconocí por la descripción que
me dio mi compañero. Yo estuve ahí, y Allah envió a su mensajero, quien
estuvo en La Meca tanto como yo estuve, y no oí nada acerca de él porque
estuve ocupado con mi trabajo como esclavo. Entonces él emigró a Medina, y
por Allah, yo estaba trepado en la copa de una palmera haciendo ahí un
trabajo encargado por mi amo, y mi amo sentado ahí debajo. Entonces, un
primo de él vino y estuvo parado al lado suyo, y dijo: “¡Quiera Allah
destruir a los Banu Qaylah! Por Allah, ahora mismo ellos se están reuniendo
en Quba’ para dar la bienvenida a un hombre de La Meca, y dicen que es un
profeta”. Cuando yo escuché eso, comencé a sentir un escalofrío tan fuerte
que pensé que iba a caerme de la palmera encima de mi amo. Bajé de la
palmera y comencé a decirle al primo de mi amo: “¿Qué has dicho? ¿Qué has
dicho? Mi amo se puso furioso y me golpeó con su puño, diciendo: “¿Qué tiene
que ver esto contigo? ¡Vuelve a tu trabajo! Yo respondí: “Nada, solo quería
asegurarme de lo que había dicho”. 

Yo tenía algo ahorrado, y
cuando llegó la noche, fui al Mensajero de Allah (la Paz y las bendiciones
de Allah sean con él) cuando estuvo en Quba’, y me acerqué diciéndole: “He
oído que tú eres un hombre recto y que tienes compañeros extranjeros quienes
pasan necesidades. Esto es algo que yo tengo para dar en caridad, y veo que
tú estás más necesitado que ninguno de ellos”. Lo deposité cerca de él y el
Mensajero de Allah (Paz y bendiciones de Allah sobre él) dijo a sus
compañeros: “Coman”, pero él se abstuvo de comer. Yo me dije a mí mismo:
“Este es el primer signo”. Entonces me marché de ahí y recolecté algo más.
El Mensajero de Allah (Paz y bendiciones de Allah sobre él) se marchó a
Medina, entonces fui a él y le dije: “Veo que tu no comes de la comida dada
en caridad; este es un regalo con el cual yo deseo honrarte”. El Mensajero
de Allah (Paz y bendiciones de Allah sobre él) comió y dijo a sus compañeros
que comieran también. Yo me dije a mi mismo: “Este es el segundo signo”.
Entonces yo fuí a ver al Mensajero de Allah (Paz y bendiciones de Allah
sobre él) cuando estuvo en Baquí’ al-Gharqad, mientras él estaba atendiendo
el funeral de uno de sus compañeros. Él vestía dos chales y estaba sentado
entre sus compañernos. Yo lo saludé deseándole la paz y pasé detrás de él,
intentando ver su espalda para ver el sello de la profecía que mi compañero
me describió. Cuando el Mensajero de Allah (que la Paz y las bendiciones de
Allah sean con él) me vio yendo detrás de él, se dio cuenta que yo estaba
tratando de encontrar la confirmación de algo que me había sido descrito,
entonces dejó caer el chal de su espalda, y yo vi el sello y lo reconocí.
Entonces lo abracé, besándolo (el sello) y llorando, y el Mensajero de Allah
(Paz y bendiciones de Allah sean con el) me dijo: “Da la vuelta”. Entonces
di la vuelta y le conté mi historia tal como yo te la he contado a ti, Oh,
Ibn Abbás. El Mensajero de Allah (que la Paz y las bendiciones de Allah sean
con él) buscó a sus compañeros para que la oyeran”.

Entonces Salman se mantuvo
ocupado con sus tareas de esclavo, hasta que hubo perdido la oportunidad de
participar en Badr y Uhud con el Mensajero de Allah (Paz y bendiciones de
Allah sean con él). Luego me dijo: “Luego el Mensajero de Allah (la Paz y
las bendiciones de Allah sean con él) me dijo: “Haz un contrato de
manutención, Oh, Salman (a cambio de su libertad). Entonces hice un contrato
de manutención con mi amo, según el cuál yo plantaría trescientas palmeras
para él, y le daría cuarenta uqiyahs (monedas). El Mensajero de Allah (la
Paz y las bendiciones de Allah sean con él) dijo a sus compañeros: “Ayuden a
su hermano”. Así ellos me ayudaron con las palmeras, un hombre trajo treinta
pequeñas palmeras y otro trajo veinte, otro trajo cincuenta, otro trajo
diez, y así cada hombre trajo acorde a lo que tenía, hasta que juntaron
trescientas palmeras para mí. Entonces el Mensajero de Allah (la Paz y las
bendiciones de Allah sean con él) me dijo: “Ve, Salman, y cava los hoyos
donde las palmeras serán plantadas. Cuando tu hayas terminado, ven conmigo y
yo plantaré las palmeras con mis propias manos”. Entonces cavé esos hoyos y
mis compañeros me ayudaron, y cuando hube terminado fui a él y se lo dije.
El Mensajero de Allah (Paz y bendiciones de Allah sea sobre él) Salió
conmigo y nosotros comenzamos a traer las palmeras cerca de él, y él las
plantó con sus propias manos. Por el Único, en cuyas manos está mi alma, que
ni una sola de esas palmeras se secó. Así yo pagué con las palmeras, pero
todavía restaba entregar el dinero. Una pieza de oro del tamaño de un huevo
fue traída al Mensajero de Allah (Paz y bendiciones de Allah sean con él) de
una de sus campañas. Él dijo: “¿Qué pasó con el persa que hizo el contrato
de manutención?”. Fui convocado por él y me dijo: “Toma esto y termina de
pagar lo que debes, Oh, Salman”. Pregunté: “¿Cómo podría esto pagar todo lo
que yo debo, oh, Mensajero de Allah? Él respondió: “Tómalo, y Allah te
ayudará a pagar lo que tu debes”. Así que yo lo tomé y fue pesado, y por el
Único, Quien tiene mi alma en sus manos, que pesó cuarenta uqiyahs, y así yo
les pagué lo que debía y fui liberado. Luego me presenté al Profeta (Paz y
bendiciones de Allah sean con él) en al-Jandaq, y a partir de ese día no
volví a estar ausente de ningún gran evento con él”. 

Narrado por Ahmad en al-Musnad
(5/441). Los estudiosos del Hadiz dijeron: “Su cadena de transmisión es
buena”. 

Y Allah sabe más.

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